La Vorágine

Breves notas, crónicas y pensamientos fugaces unidos por una telaraña de nexos.

  • Hasta en la sopa

    Porque después me dicen que hago dramas: ‘Dramatic’ de Yuki

    Memorias en desorden, recopiladas de apuntes. Sin fecha.

    Te encuentro en la mesa de un café siendo regañado por una mujer de ropajes vaporosos, abundantes carnes y rostro bonito. Tus ojos vidriosos detrás de los vidrios de tus anteojos. Las canas asomando la edad. Tus ropas como las tuyas, pero no lo son, porque a quien veo allí, eres tú sin ser tú. Simplemente eres sólo el reflejo de mis inquietudes.

    Me subo al Uber, y te veo allí, sentado detrás del volante. De nuevo la nariz pequeña y los lentes, sin tantas canas pero con más arrugas y un timbre de voz similar. Evito voltear a ver. De nuevo te encuentro y no sé qué decir. Parece que te hubiesen clonado, o mínimo te hicieron a ti o a alguien más un Ctrl+C, Ctrl+V. No puedo asegurar que seas el original, lo único que puedo decir es que me gustaría hacer Ctrl+Z a bajarme del auto sin decirte nada.

    ¿Pero qué digo si no encuentro palabras?

    Y ahora el nervio me embarga. ¿Y si te veo en el súper cuando compre lechuga hidropónica? ¿Y si me tropiezo contigo por no ver hacia dónde camino por andar leyendo ebooks? ¿Y si estás comiendo un sándwich feo en el horrible café de camino a mi trabajo? ¿O en la central de autobuses mientras peleas con el taquillero por no reservar tu asiento, y yo impacientemente quiera hacerte a un lado porque se me hace tarde, mientras que el verdadero tú estará enviando mensajes de voz aderezados con sonidos de claxons mientras que se enfrenta al tráfico de la apocalíptica ciudad en la que vives, en tu propio auto porque no puedes renunciar a ese privilegio?

    Y sin saber qué decir, desconociendo la respuesta… e incluso sin saber la pregunta, me encuentro un poco con el miedo que si llegases a asomar tu rostro en la sopa que mañana hipotéticamente coma en el comedor (en el supuesto que seas capaz de abrir una puerta interdimensional en el fondo de dicho plato), entonces no me quedará más remedio que darte un cucharazo sopero en la frente, y evadir la pregunta que ahora me es una incógnita, y no podré responder.

    ¿Por qué es que hay tanta incertidumbre?

  • Imposibilidades

    Te odio, café

    Memorias ridículas y energía dispersa.

    Mis emociones como una montaña rusa, tienen subidas y bajadas. De la tristeza a la euforia, con sólo un par de vectores que se distinguen: cafeína y hambre. Me siento en una banca enfrentando el imposible destino, los mensajes vertiginosos, el panorama sin opciones. Aguanto el desborde de esa presa en la que se han convertido mis ojos. Suspiro para aguantar la tristeza. Paso el oxígeno y lo convierto en dióxido de carbono. Me detengo.

    Vuelvo a mirar mi teléfono y el vaso de la sirena verde. Hambre y café. Tomo un sorbo. Mi desazón desaparece, me concentro en lo que vine a hacer. Como si el cerebro tuviese otro sistema operativo, apago lo que siento. Presiono el switch, soy otra persona. Mi indiferencia ante la situación me hace comenzar lo que venía a hacer.

    El interlocutor de mi edad, mujer de otro país. Me hace cambiar de idioma, y soy otra persona. Soy una rana que brinca entre nenúfares, torpemente usa expresiones sinceras, y abro mi cabeza. Y terminé danzando encima de un lago. Inesperadas y pocas naturales mis expresiones, causan gracia al hablante nativo. He dejado ver la fuerza de mis acciones y mi contención nula.

    Mi mente en blanco…

    Ha pasado la conversación, entre la dicha de la amnesia, la cafeína en sangre, y la confusión inmediata. No recuerdo nada. Sólo veo una sonrisa socarrona en ella. Termino la llamada. Siento la euforia de un standupero, y la imposibilidad de llevar a buen término lo que se supone debía hacer.

    Ambas imposibilidades del destino, y sin embargo sentimientos tan diferentes. Maldita cafeína.

  • Espectros y bots

    Cubo de Rubik por Andrew Miller

    El género humano es diverso, tan lleno de vectores que se proyectan desde la mente y se manifiestan en acciones, actitudes y características fenotípicas, variadas, como constelaciones de nodos flotantes en el espacio. Las personas tienen frecuencias que hacen resonancias con el otros, mueven nuestros hilos como un instrumento de cuerdas, nos mueven las fibras sensibles. Todas las personas, como instrumentos musicales, tienen sus particularidades.

    ¿Y yo? ¿y lo mío? vivo rodeada de espectros, gente virtual, gente con la que espero tener empatía. Prefiero pensar que son reales, pero yo sólo veo sus manifestaciones, las cuales han viajado desde la fibra óptica y el 4G. El otro extremo: otro dispositivo móvil quiero pensar. O en su defecto, un bot muy bien construido.

    Lo que me mueve, lo que me cautiva, se manifiesta como una especie de engrane en el fondo de la mente del otro. Un engrane dorado que se oculta entre los mecanismos de defensa, que al girar un octavo de vuelta, se enganchan con mi mecanismo. Hay quienes para mí han sido como cubos de rubik blancos. Que pudieran parecer un enigma, pero podría dejarlos así, sin tocarles, sin explorar sus mentes, y seguirían igual.

    Ni yo, ni nadie fue creado para salvar a otro emocionalmente. Somos compañeros de viajes, auxiliares a lo mucho, pero no podemos ser el soporte completo de las emociones de un tercero. Considerando que incluso, más allá de las conexiones virtuales, las conexiones físicas también están llenas de espejismos e ilusiones. Nadie está exento de mentir, nadie está exento de engañar. Pero es absurdo pensar que estamos manipulando a otros, dañando a otros, mintiendo a otros. Si el otro no existe, quien juega el juego somos nosotros mismos solos. Navegamos en ese absurdo.

    ¿Qué es real?

  • Revolución, libertad y regalos de Poincaré

    Imagen tomada de ‘microsiervos.com’

    Colaboración para Notas Sin Pauta del 2 de Octubre de 2019.

    Intangibles regalos que trascienden las memorias, el tiempo y las circunstancias, son aquellos que encuentro mejores. No se encuentran en escaparates, no los acompaña una etiqueta, ni una envoltura que encierre en un espacio físico. Inconfinables, intangibles, otorgados inconscientemente por el otro, llegando a nuestros tal serendipia.

    Entre los obsequios que han llegado a mí, han sido el tiempo, la autovaloración, el cariño, el amor, el conocimiento. Sin embargo, me gustaría hablar de dos intangibles que se manifestaron ante mí tal revelación. Primero llegó ‘revolución ideológica’. Y después la ‘libertad de decisión’.

    La ‘revolución ideológica’ llegó a mí en forma de libro cuyas palabras se han grabado en mi psique mientras me emancipaba de mis prejuicios. La mente se me partió en dos, abriéndose como una sandía que es asestada por un bat. Me dividí y me cuestioné. Y nunca más quise lo que anhelaba, y nunca más quise regresar al dolor, y nunca más quise hacer de lado la dignidad para anteponer a otros. La crisis llegó como una tormenta donde todos mis preceptos quedaron derrumbados. Tan tortuosa y dulce la transformación, finalmente llegó la claridad. Y con ello, la muerte de un ser que ya no es, y nunca será.

    La ‘libertad de decisión’ la recibí en un mensaje de texto. Una imagen. No un meme, no un emoji. Una convocatoria. El camino hacia mis metas se había enderezado, se hacía menos sinuoso. Sentí como los grilletes que me tenían atada y la fuerza gravitatoria de mi mundillo desaparecían. Y flotaba y flotaba. Y nunca jamás sentiré el peso opresor de aquello que me tenía inmóvil. Y con ello llegó la tranquilidad.

    Mis palabras se quedan cortas ante aquellos fortuitos regalos, y aquellas personas que las hicieron posibles. Esos donantes de dones, agentes involuntarios de un cambio ajeno, jamás sabrán el impacto de sus acciones. La ignorancia de la situación no se las he otorgado a ellos a causa de mi silencio, pues no ha sido mi voluntad que esto quedara en la oscuridad (no estaría escribiendo esto, dado el caso). Han sido de ellos los que se han retirado de mi camino, y se han perdido en los suyos.

    Lo que me hace pensar: ¿cuánto no hemos influenciado a otros con pequeños gestos? ¿será que hemos mejorado vidas o hemos desagraciado otras sin estar al tanto de ello? Si la posibilidad que en nuestras vidas como mapas de Poincaré, existan personas como ellas que funjan como atractores extraños, ¿qué nos hace pensar que no lo seamos interdimensionalmente contra mapas ajenos?

  • Hombres de la tercera desviación

    Pensamientos a la deriva de principios de 2019.

    Hombres de la tercera desviación, hombres que se encuentran en la frontera ¿de qué planeta provienen y qué lenguaje hablan? Incomprensibles y tristes, sus ojos como pozos de brea, sus existencias pantanosas, de mente desarticulado y corazón desvinculado.

    Escépticos filósofos, mañosos legales que ni siquiera conocen la pirámide de Kelsen, astutos lobos solitarios. Geógrafos pícaros, verdaderos románticos en recuperación permanente. Y sin embargo, ¿qué arte hay en saberme diseccionada, conocerme en cada ángulo si lo que hará no será tenerme, sino sofocarme?

    No me pinten de amor lo que es un claro dominio, déjenme libre que aunque las abundantes aguas de mi cariño, jamás serán suficientes para calmar la sed por el afecto a de sus madres.

  • Hiroshima: la senda de la paz a través de la tragedia

    Domo atómico

    Colaboración para Notas Sin Pauta, 12 de agosto de 2019.

    Texto e imágenes de propia autoría.

    En agosto se conmemoran las explosiones de las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki. Particularmente, he tenido la oportunidad de viajar por Japón en dos ocasiones, y en ambas he pasado por Hiroshima. La primera vez, debido a que había ido en la mañana a Miyajima (la isla sagrada donde no se permite dar a luz), sólo alcancé a llegar en la tarde a ver por fuera el castillo de Hiroshima, y caminar hacia el Monumento Conmemorativo de la Paz. En la segunda ocasión pude explorar un poco más el museo y los alrededores.

    Placa del hipocentro de la bomba

    Lo más llamativo de la ciudad es el Domo atómico, el cual ha sido mantenido en el estado en el que quedó después de la explosión de la bomba. Como sucede con todos los monumentos, hay imprecisiones y mitos. Esta no es la excepción, casi siempre se cree que la bomba explotó justo encima de la cúpula de aquel edificio solemne, cuando en realidad, el epicentro de la explosión está en una calle cercana, casi que a lado de un estacionamiento. Sólo lo corona una placa. Y muy cerca de allí, una estatua en honor a las madres que sufrieron el atentado. Las esquinas oscurecidas de la base de la estatua, no están así por la presencia del moho por humedad, si no por la ceniza que cayó después de la explosión. Probablemente sea radiactiva hasta nuestros días.

    Estatua conmemorativa de las madres sobrevivientes

    En el parque, durante la mañana, a la altura de un café, con suerte se pueden ver algunos sobrevivientes de la explosión de la bomba explicando su perspectiva de la historia, uno con quien me tocó conversar aún no había nacido, pues yacía resguardado en el vientre de su madre cuando ocurrió lo inimaginable. Los sobrevivientes, y algunos otros voluntarios ofrecen a los visitantes extranjeros para su consulta unos libros caseros de papel bond en impresora doméstica, cuyas páginas narran las generalidades de lo que se quiere explicar. El papel está en varios idiomas, entre ellos el nuestro. No obstante, la palabra viva de quienes narran, el detalle fino y el sentimiento, sólo se explica en japonés. Siendo muy franca, tengo problemas para entender los tecnicismos del mecanismo de la bomba cuando es explicado en esa lengua, por lo que se me han escapado detalles, así como del tipo de lesiones que sufrían las personas, de los efectos en su cuerpo, de las agonías subsecuentes, pero no dudo que aquello que aún no soy capaz de comprender, son narraciones feroces y terribles.

    Dentro de lo que podía comprender, me percaté de que algunas explicaciones de los sobrevivientes venían acompañados de la frase “en el museo les van a explicar de esta manera, pero en realidad, fue de esta otra manera”. Como en todas partes, me queda claro que siempre habrá variaciones en la retórica dependiendo de las partes y los involucrados, pues sus sentimientos serán diferentes, mas no erróneos.

    Dejando de lado el lenguaje, la narrativa y las expresiones que pudieran ser influenciadas por un raciocinio ajeno, ver en carne propia el Domo, quedarme en silencio y apreciar mis alrededores, me hace pensar que la empatía humana no conoce barreras. Aún lo recuerdo, me embargó una profunda tristeza, sentí pesadez y vacío en el pecho, tenía las manos frías y los brazos me hormigueaban. Imaginaciones mías o no, me tocó conectarme con el lugar de esa manera. Caminando más hacia el monumento de los niños, se pueden observar miles de grullas de papel, simbolizando la esperanza y el deseo de que algo tan atroz no se vuelva a repetir. Todas hechas por niños de primaria que, como parte de la currícula, viajan de todas partes del país para aprender acerca de la paz. La periferia del complejo es todo un contraste entre la desesperanza y la luminosidad, pero como el propio Guernica de Picasso, el negro y el blanco pintan un solo mensaje: ilustran los horrores de la guerra.

    Pensando en eso me traje en mi equipaje un libro con el discurso que el entonces presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, pronunció durante su visita al lugar de los eventos el 27 de mayo de 2016. La primera parte dice así:

    “Setenta y un años atrás, en una mañana clara y sin nubes, la muerte cayó del cielo y el mundo cambió. Un rayo de luz y un muro de fuego destruyó una ciudad y demostró que la humanidad poseía los medios para destruirse a sí misma”.

    Aunque México tal cual no tiene los medios para hacer eso, me hace pensar que nuestro país también juega su parte geopolítica, en la que es necesario se involucre para que colabore en evitar la repetición. Actualmente las tensiones globales no hacen más que recordarme aquello que vi, todo a través de la pantalla de cristal que es la historia. Espero realmente que nunca nos toque experimentarlo, que no les toque a nuestros hijos, ni a los hijos de ellos, y así por muchos siglos. Esta lección de paz no es exclusivamente para los japoneses y los norteamericanos. Es esencial comprenderla como parte de nuestra naturaleza como seres humanos empáticos y racionales que somos.

    Por mi parte, no sólo en agosto, si no que todo el año acude a mi memoria esto pues sobre mi escritorio reposa una grulla de cerámica, que me fue entregada como regalo por una hija de un sobreviviente de la bomba.

  • La transformación del Bajío y el efecto Trump

    Colaboración para Notas Sin Pauta, 10 de junio de 2019.

    Guanajuato es el único estado en el que ganó Anaya, el bastión del Yunque, profundamente conservador. Vengo de una familia en cuyas raíces se asoman antepasados cristeros, y en cuyas conversaciones de mesa se asoman los temas del “correcto comportamiento de una señorita”, de la “importancia de ir todos los domingos a misa”, y más recientemente “de lo malo que se veía que eran las sectas como las de la luz del mundo”. Aunque en mi infancia mis padres me proveían de libros y de acceso a internet, mi mundo era pequeño. Por esos golpes de suerte, terminé aprendiendo “un idioma que no sirve para nada”. El japonés fue mi pasatiempo, y ahora es mi sustento. Todo lo que sé (mucho o poco), lo aprendí en México.


    Casi sin notarlo, con el paso de los años, llegaron muchos japoneses al Bajío. Letreros y señalizaciones estaban siendo adaptadas para mostrarlas en el idioma de sus nuevos residentes (no exentas de errores de traducción), como para mostrar la calidez de los mexicanos hacia los extranjeros. Se publicaba en los periódicos de la derrama económica y los miles de empleos que se iban a crear. El racismo hacia los asiáticos que se había gestado por la caída de la industria del calzado debido a la introducción del producto chino a la zona, se fue aminorando (porque hasta antes de la llegada de la industria automotriz, para la mayoría de la gente un chino y un japonés eran lo mismo). Puntualmente, en la región, nos habíamos familiarizado con el término “arancel”, pues era “lo que nos protegía contra la competencia desleal”.


    Ya en mi etapa de profesionista, venía de regreso desde Japón vía Dallas. Pisé Estados Unidos justo el 7 de noviembre de 2016, justo en el cierre de campañas. Los ánimos estaban completamente caldeados, y se podía ver proyectados en las pantallas de las salas de espera la cara de Hillary Clinton, de Barack Obama y de Donald Trump dando sus últimos discursos. Me acompañaban dos muchachos francocanadienses que me hacían compañía después de conocernos en el aeropuerto de Narita. Los dos hablaban pestes de Donald Trump mientras pasábamos los filtros de seguridad de Dallas. Hablaban demasiado alto, hasta hicieron que varios viajeros europeos asintieran con la cabeza a todo lo que ellos decían. Sin embargo, yo siendo mexicana, sabía que me encontraba en desventaja. Yo intentaba no opinar nada, sonreír y acceder a lo que me dijeran los oficiales, pues justo unos momentos antes había visto como cambiaba el trato hacia mi sólo por mostrar mi pasaporte mexicano.


    Meses más tarde me preguntaron en entrevista de trabajo en una empresa japonesa “¿Qué opinas del efecto Trump?”. Siendo tan complejo el tema, expresé lo que sabía y lo que estimaba que fuera a suceder con el limitado conocimiento que tenía (porque ver Stephen Colbert o Trevor Noah todo el tiempo en Youtube no te hacen docto en el tema); así mismo intenté articular lo que decía en el mejor japonés que me fue posible (el cual aún considero en “vías de desarrollo”). Aunque había una cordialidad hacia mí, se leía en el ambiente un nerviosismo de parte de los directivos, al tocar el tema. Me preguntaron acerca del TLCAN y de los posibles cambios sobre que pudiera sufrir la automotriz de ganar dicho candidato. En ese momento no creía que fuera a afectarnos tan directamente a nosotros.

    La vida siguió después de eso. Algunos de mis amigos formaron parejas biculturales, se casaron y tuvieron hijos mitad mexicanos, mitad japoneses. Aparecieron festivales y celebración de la unión de las culturas. En los periódicos salían noticias que hacían notar la diferencia de cultura entre ambos y animaban a los mexicanos a “adoptar las buenas costumbres de nuestros nuevos vecinos”, como cuando después de un partido del León, quienes terminaron limpiando el estadio fueron los hinchas nipones. Fue tema de nota periodística.

    El inicio de este sexenio he visto lo frágil que es el sueño japonés que se vive en esta zona. La escasez de gasolina nos obligó a pensar en el clúster automotriz, a ver alternativas de no parar nuestras líneas de producción para no detener a las armadoras, pues sabíamos que tan sólo una hora de paro tendría efectos catastróficos. Escuchábamos rumores de que plantas se habían visto obligadas a dejar de producir, y uno sudaba frío. Francamente pensé que si seguía la situación así muchos nos quedaríamos sin empleo. Afortunadamente pasó la crisis y todo pareció volver a la normalidad.
    Hace sólo unos días atrás, se escuchaba con mis conocidos, amigos y colegas japoneses, la latente preocupación de la aplicación de los aranceles. Tenía algunos meses alejada de las noticias. Me preocuparon los comentarios y volví a retomar mis lecturas matutinas. Se leían varias notas. Entre la calificación otorgada a PEMEX como “bonos basura”, y de las señales de una recesión económica. El subsecuente aumento del precio de la Premium, naturalmente, las negociaciones de la cancillería mexicana con Donald Trump para evitar que se aplicaran los aranceles. En las últimas horas del viernes 7 de junio, Marcelo Ebrard y su equipo lograron detener “indefinidamente” (trago saliva) estas medidas. Una aparente victoria para la 4T queda en entredicho. Trump nos terminó agarrando la medida. Fue una negociación de rehenes y a quienes terminamos entregando fueron a los migrantes. A la par, el peso se recuperó un poquito contra el dólar, y quedamos en un estado de aparente calma. Entre nosotros de esta parte del Bajío, la palabra “arancel” también se resignificó como una amenaza.
    Sin embargo, la inestabilidad persiste. Calderón anunció su propuesta de negociación de aplicarle aranceles selectivos (“imposición de medidas retaliatorias” como lo expresa la persona en cuestión) sobre ciertos productos que afecten a estados republicanos (misma estrategia que aplicó durante su sexenio y parece haber surtido efecto). Sin embargo, hay que considerar que Trump no es un “típico presidente norteamericano”. Aunque la estrategia propuesta por Calderón pudiera funcionar, tendrían que hacérseles algunas modificaciones para que se pudiera lograr una contramedida efectiva. Lo que le queda al gobierno es estar alertas. Trump ya amenazó desde su Twitter que pudiera reconsiderar aplicar dichas medidas.

    En cuanto a mí, un ciudadano de a pie, no me queda más que intentar ser lo más crítico posible de la situación, y evitar polarizar el ambiente. Cada quien tiene derecho a expresar su opinión, ciertamente, pero parecen asomarse tiempos difíciles. Independientemente de nuestras afiliaciones políticas y religiosas, en estos tiempos tormentosos como mexicanos hay que permanecer unidos. Hay que ser inteligentes y prudentes. Estamos jugando una partida de ajedrez con el vecino del norte, y hay bastante en riesgo.

  • La foto (memoria inconclusa de julio de 2019)

    Foto original bajo tratamiento digital. Retazo de memoria…

    CDMX, en algún restaurante de comida oaxaqueña…

    Regreso a ese instante, cerrando los ojos.

    «Antes que me arrepienta, tomaré esa foto, capturaré el instante». Veo la oportunidad, lo agarro de la espalda. Las luces de la farola iluminan sus cabellos cobrizo oscuro, nimban su cabeza tal ente extraño. Su rostro refleja un sonrosamiento, la timidez y el ofuscamiento ante lo inesperado del instante. Contraste de lo divino con lo inocente. Al presionar el botón, el opturador de la cámara congela las partículas de polvo que flotan en el aire. Se descompone el instante segundo a segundo, plano por plano, dimensión por dimensión.

    El instante se esfumó, quedó un simple archivo que se puede describir en pixeles. Los dos extraños se separaron, llevando con ellos las nubes que nublaban sus pensamientos, sus sentimientos. Por un instante, un encuentro fortuito, un segundo donde desaparecían los trastornos, los pensamientos oscuros. Un momento en donde simplemente había dos extraños sonriendo.

  • Echando andar el blog

    Aún en construcción, me emociona poder escribir en un espacio un poco menos limitado. Más caracteres que lo que permite Twitter, y con la intención de poder recopilar todo lo que se aloja en mis dispositivos, en mis cuadernillos.

    Poco a poco todo irá tomando forma. Sólo un poco de paciencia…