La Vorágine

Breves notas, crónicas y pensamientos fugaces unidos por una telaraña de nexos.

  • Cuerpos flotantes

    A piece of phantasmagoria
    Shigeru Tamura
    1995

    Nexos invisibles que unen dos soñadores quienes flotan en las aguas de un estanque pacífico. Lo único que turba las aguas es la respiración de los peces y Lang Lang tocando en su piano. Dos incautos cuyas yemas de los dedos se tocan para separarse. Ambos se han cansado de nadar para alcanzarse. Sólo se quedan allí inertes.

    Una llamada, unas palabras, promesas vacías. Sus neuronas se conectan con el agua, y a través del mismo medio hacen sinapsis con la red neural del otro. Las numerosas fechas postergadas se marchitan del calendario, como ‘momiji’ que se desprende de las ramas del otoño. ¿Cuántos meses de distancia de esa manda irresuelta?

    Promesas divinas, sueños de fuego, tacto eléctrico, palabras barrocas. Energía poca me queda. Espero que el tiempo se congele y el agua se vuelva un cristal donde podamos arrastrarnos hasta alcanzarnos. Que me permitan por lo menos cumplir un sueño antes de que mi ser se disuelva en el mundo de la indiferencia.

  • Mi camino hacia el pueblito

    Fantaseo así sea mi nueva vida…

    He decidido irme a un pueblito, alejada de la tentación de los escaparates vistosos, los meses sin intereses y el excesivo afán por comprar. Me tomo un receso de lo enajenante y me sumerjo en lo esencial. Me desaharé del exceso (de alimentos), y me concentraré en lo elemental.

    He dejado las emociones fuertes de lado, y concentro mis energías en la vorágine del conocimiento. Mi energía consumada es más un respiro que deja espacio a la reflexión y el análisis. El silencio un arma que dirige la mirada hacia los detalles minísculos, sin embargo trascendentales.

    Me voy a un pueblo que cuentan tengo familia allí, nunca he ido, y dicen que la gente es más amigable. Espero entonces poder encontrarme con un rinconcito donde aprecien el café y los libros, donde pueda encontrar historias contadas de voz en voz. Sueño que tal vez tendré que aprender a usar una prensa francesa, comer arroz al vapor con furikake y atún, y de vez en cuando desbalagarme con una rebanada de pastel.

    Espero esta vez encontrar en la sencillez y la calma, lo que requiero. Así mismo, el único amor que busco es el propio. Me voy con esperanzas de encontrarme en la calma, en un silencio en el que se vislumbre la caída de un alfiler.

  • La brea que emana de sus ojos

    En el alfeizar de la ventana eléctrica me siento, meso mis pies al son del teclado. Veo pasar ante mi megabytes de información: imágenes, texto, emojis, gifs… Ante el flujo de datos, me quedo mirando hacia el abismo. ¿Cuántos somos entes insomnes que nos encontramos asomándonos en un smartphone en el aplicación de fuego buscando el amor eterno o el efímero? ¿Cuántos no emitimos trinos iracundos de 140 caractéres? Estamos entre avatares y bots, gente que se desahoga, gente que conoce a otros y forma lazos… y hay otros, seres peculiares atormentados que se esconden tras hologramas.

    *

    Él conoció a Flor detrás de una computadora. Tenían intereses comunes en libros y música. Él tenía una relación intermitente con otra persona, y estaba completamente convencido que regresaría con su intermitente llama. Sin embargo, se mostró interesado en ella, con su rostro sonriente como cubierta, y tormentas cósmicas de pensamientos caóticos. Lo que comenzó como un amistoso encuentro terminó arrancando a Flor de los brazos de alguien más. Sus ojos parecían pozos sin fondo, oscuros y profundos, a veces perdidos, como si su resplandor interno se hubiera fundido. Cuando ellos sucedía, él no recordaba el instante. Era seductor, magnético y extremadamente atento. Ella se fue perdiendo.

    Había un estira y afloja en la relación, él le buscaba, se hablaban en código. Él la miraba con esos ojos hipnóticos. Eso hacía que una especie de mecanismo se activara en ella. Llegó un momento en el que ella dejó de ser ella. Ella era una extensión de él, ella ya no se sentía persona, sino espejo de él.

    La ambivalencia de él confundía a Flor. Un día le decía que le quería, al día siguiente le decía que no quería estar con ella. Cuando ella se resignaba, entonces él quería recuperar esas atenciones, por lo que compraba suntuosos regalos, chocolates en cajas hermosas, flores y demás detalles. Al día siguiente le culpaba de haber gastado en ella. Día con día ella sentía que no podía decirle algo porque podría cambiar el fluctuante ánimo de él. Sin embargo, la intimidad era maravillosa. Cuando por fin Flor sentía que no podía más con la situación, le dejó. Él, en cambio, no pudo soportarlo, y empezó a rastraerla usando malware implantando en el teléfono de ella. Incluso en sus desesperación, le llegó a llamar, demandándole regresasen a estar juntos, sino él se mataría.

    Finalmente no atentó contra su vida. Sin embargo, el vacío aún lo sentía, a veces él no sabía por qué lo que sentía, decía y pensaba eran diferentes. La vida siguió, y él con sus tormentas internas siguió en linea.

    *

    Referencias:

    Mecanismos de defensa en el trastorno límite de la personalidad. (n.d.). Recuperado de https://www.trastornolimite.com/tlp/mecanismos-de-defensa-en-el-trastorno-limite-de-la-personalidad.

    Trastorno límite de la personalidad. (2019, Julio 17). Recuperado de https://www.mayoclinic.org/es-es/diseases-conditions/borderline-personality-disorder/symptoms-causes/syc-20370237.

    Mason, P. T., & Kreger, R. (1998). Stop walking on eggshells: when someone love has borderline personality disorder. Nueva York: MJF Books.

    Pereña, F. (2009). Denegación y límite: Acerca de los llamados trastornos límites. Recuperado de http://scielo.isciii.es/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0211-57352009000100002.

  • Trópico de Cáncer

    2 horas viendo al mar…

    Antes de ir al jardín de infancia, me quedaba en casa y veía como mi madre bailaba al son del disco de Café Tacvba, ‘Re’. Porque uno es ignorante y usualmente no razona las letras de las canciones a los tres años, pedía repetidamente a mi madre que pusiera la de ‘Ingrata’. Ahora sé que el discurso de la canción es más cercano al de un misógino resentido que al de una niña que aún no sabe leer.

    Me encuentro mirando hacia fuera de la ventana del autobús 25 años después, y me reencuentro con ese entrañable disco por un podcast de literatura, mismo que ha hecho que rompiera relación con el mundo exterior. Ahora vivo en el interior de mi morada mental, rodeada de lecturas y conversando con diferentes autores a través de las páginas. Me he vuelto un poco uraña, y cada vez tengo menos energía para explicarme a otros.

    Se me hace irónico que la canción detalle mi sentir. He decidido abandonar el enajenante mundo industrial y refugiarme en mi microcosmos, usando a Twitter como una ventana al mundo, y mis viajes como un escape al exterior. Ahora que, viajar termina regresándome al interior de mi persona. Termino aprendiendo más de mí que de afuera.

    En muchas ocasiones todos decimos cosas sin medir las consecuencias de nuestras palabras. Las palabras siempre se pueden interpretar en algo diferente y transformarme en realidades inesperadas. Alguien de mi entorno cercano, en su momento, me recomendó una terapia tipo ‘Mindfulness’, me dijo que ‘la respuesta estaba en mi interior’. Sí, tenía razón… pero el resultado fue completamente opuesto a lo que esperaba. Terminé abandonando el simplismo de ‘cerrar los ojos y respirar’. Los problemas no desaparecen respirando e ignorándolos, desaparecen solucionándolos.

    En lo que voy en el autobús a ciudad industrial, escucho ‘Trópico de Cáncer’ soñando en no necesitar más hidrocarburos. Y dejando de lado las soluciones simplistas tipo Omnilife para mejorar mi vida, he elegido la senda del conocimiento.

  • Detector de focos rojos

    Focos rojos que venden en mercadolibre por 9 MXN

    Focos rojos, señales sombrías de una psique maliciosa, se asoman por las esquinas de aquellas palabras sinuosas, cuyo significado se oculta entre las sombras proyectadas de sus letras, escurridiza como arena entre los dedos, la intención se escapa ante los ojos del incauto. Sólo el ojo clínico y veloz de quien ha sido tomado el pelo con frecuencia, podrá detectar aquellas anomalías que se hacen pasar por fenómenos naturales del entorno.

    Una preposición puede cambiarlo todo, el flujo del significado de las palabras declamadas puede cambiarse conforme a la última parte de una oración. Escuchando atenta, leyendo cauta, me doy cuenta que el hilo que se desprende de esa marioneta de calcetín, de jalarlo, descubriría un farsante encubierto. Mi silencio, una armadura, un distractor ante mi huida por la puerta trasera.

    Mis huidas son mi orgullo, me han salvado de tanto. Ya no confronto, escapo antes de que se suelten los chingadazos.

  • Bajo el paraguas en el que llueve

    Cuadro por Stanislav Sidorov

    Colaboración para Notas Sin Pauta, Laberintos mentales, 5 de noviembre de 2019.

    Para protegerme de la tristeza del mundo exterior, intento refugiarme bajo el cobijo de un paraguas. Sin embargo, el muy traicionero termina empapándome cuando llueve debajo de él, mientras me asestan la cabeza unos rayos eléctricos, y paradójicamente el mundo exterior está soleado. Las nubes que se generan bajo el paraguas, no perdonan ni discriminan por sexo, edad, religión o raza¹, persiguen a quien sea. Hay días en que soy incapaz de soltar el paraguas, sólo espero que la sábana de la noche cubra la bóveda celeste, para intentar llegar a ese estado onírico y olvidar las dificultades. Cuando la marea de los problemas me abruma, rezo para que llegue a navegar hacia un mundo maravilloso de sueños, y si tengo suerte, anhelo me lleve la muerte mientras soy feliz un momento².

    Llega el alba, las sábanas me atrapan. Mientras el sol se levanta, difícilmente puedo yo hacerlo. Pensar que tengo que enfrentarme en una junta a dar números de la compañía, y someterme al escrutinio de aquellas miradas inquisidoras, me revuelve el estómago. Me daría vergüenza que mis compañeros se enterasen del terror que me embarga de entorpecer mis palabras. El miedo al ridículo hace que a ellos les persiva más como monstruos que como humanos. La idea de ello me despega de la cama, y termino abrazando el inodoro. Jalo la cadena, y con el agua se va esa espuma amarillenta que nació de mis tripas, pánico espumoso carente de algo que en su momento fue alimento, puesto que la noche anterior el nudo en el estómago no me permitió comer. El temblor de mis manos y el empalidecimiento de mi rostro desaparecen en cuanto me reporto enfermo. Cesa el malestar³. Ahora me siento bien físicamente, pero moralmente un inútil. Un hombre de mediana edad, prisionero de su cama.

    El tiempo que me he hecho, me hace pensar en la conversación que alguna vez tuve con mi abuela. Ella me decía que la nube también le había perseguido: «Tenía 30 años, ya había tenido mi tercer hijo. Mi pecho no daba leche y retumbaba en mis oídos el llanto de hambre de tu padre, entonces un indefenso bebé. Junto con él, yo lloraba durante horas»⁴. Se detuvo un momento, y me dijo: «En el seguro me recetaron unos medicamentos. Me los tomé y terminé dormida más de un día. Mis hijos se quedaron desatendidos. Y es por eso que desde entonces evito tomarlos, aunque sienta mucha desesperación en las noches».

    La medicina de ahora y la de entonces no es igual, sin embargo el miedo a la dependencia y el que te sienten mal los fármacos persiste, así como tomarse un ingrediente activo diferente al de la anterior vez, y que no haga efecto. Recostarse en divanes diferentes, y esperar que no lo juzguen. Ir a clases de remedios alternativos, usar audios de autohipnosis. La desesperación por quitarse del camino de esa pinche nube, y la envidia y rencor que se siente cuando a alguien ajeno se quita de la maldición con métodos con los que uno fracasó.

    Irse a dormir y despertarse se ha vuelto una ruleta rusa. Puede que uno amanezca bien, puede que uno se sienta antipático, que se vuelva irritable, o ande como un globo que ha sido llenado con lágrimas, el cual puede explotar en llanto ante cualquier provocación⁵. Reposo la cabeza en la almohada y cierro los ojos como quien avienta un par de dados. Cualquiera que sea el resultado, intentaré cubrir mi rostro con una falsa sonrisa⁶ para evitar la crítica. Pese a todo, sé que tengo camaradas encubiertos, pues somos 300 millones perseguidos por la nube⁷.

    Referencias:

    [1] Efe. (2013, Deciembre 3). La depresión no discrimina por edades. Recuperado de https://www.abc.es/salud/abci-depresion-discrimina-edades-201210090000_noticia.html.

    [2] American Academy of Family Physicians. (2019, Junio 11). Depresión: Lidiar con los pensamientos suicidas. Recuperado de https://es.familydoctor.org/depresion-como-tratar-los-pensamientos-suicidas/.

    [3] Artiles Pérez, R., & López Chamón, S. (2009). Síntomas somáticos de la depresión. Recuperado de https://www.elsevier.es/es-revista-medicina-familia-semergen-40-pdf-X1138359309908974.

    [4] National Institute of Mental Health (NIMH). (2014, Julio). Información sobre la depresión posparto. Recuperado de https://www.nimh.nih.gov/health/publications/espanol/informacion-sobre-la-depresion-posparto/index.shtml.

    [5] MedlinePlus: Biblioteca Nacional de Medicina de los EE.UU. (2019). Depresión. Recuperado de https://medlineplus.gov/spanish/ency/article/003213.htm.

    [6] Redacción. (2019, Febrero 22). Qué es la «depresión sonriente» y por qué es más peligrosa que los otros tipos. Recuperado de https://www.bbc.com/mundo/noticias-47320704.

    [7] World Health Organization. (2018, Marzo 22). Depresión. Recuperado de https://www.who.int/es/news-room/fact-sheets/detail/depression.

  • Anhelos oníricos

    Memorias de viajes que no debí de haber hecho… julio de 2018

    Hace tiempo que no sueño, sin embargo cuando lo hago, me aterro. Un tiempo soñé con el amor, un ente idealizado casi perfecto, impoluto, maravillosamente articulado, brillante; sin embargo, la realidad era tan distante. El ideal se rompió tal espejo maldito. Quedé desprovista de emociones desbordantes. Me refugio en ocupaciones pues mis sueños ya no residen como pesos muertos sobre los hombros de un tercero. Mis sueños yacen en mis logros, en mis luchas. Mi destino en mis manos, y no en la completa voluntad de una deidad, en algún rincón remoto del espacio tiempo. Tan misterioso como los términos y condiciones de Amazon…

  • Desconcertante

    Detalle de La Giganta de Kunst

    El rostro al público muta conforme la persona que tengo enfrente. Se colorea tal ambiente, camaleón del entorno, crisol que se transforma. Hay con quienes me río, habrá con quienes converse banalidades, eche sobre la mesa hipotéticas fantasías imposibles, hay quienes me paralizan en un gélido silencio, y otras personas con quienes razono. Sin embargo, muy en el fondo, en un rincón de mi enjambre de engranes, un solitario personaje, antes alegre, se pasea lúgubre entre los hilos de mis pensamientos. Desconozco los motivos por los que tan taciturno se obliga morar por mis rincones cognitivos. Mi rostro no puede desencajarse y eso me desconcierta aún más….

  • Llamando a la puerta

    ‘The art of clean-up’ por Ursus Wehrli

    Colaboración para Notas Sin Pauta, última semana de octubre de 2019.

    Es noche, y Sara siente mucha ansiedad. Siente el corazón acelerado, y escalofríos. “¿Qué será?” se pregunta. Intenta conciliar el sueño, pero un pensamiento repetitivo le taladra su mente:

    Tienes la culpa, tienes la culpa, tienes la culpa…

    La culpa de qué, no sabe. En el fondo, sabe que ese pensamiento es desproporcionado e irracional, sin embargo se siente inevitable, atormentante. Para callar el recurrente pensamiento¹ cierra sus ojos, pero eso no ayuda, lo hace peor.

    TIENES LA CULPA, TIENES LA CULPA, TIENES LA CULPA…

    Le grita su conciencia. Abre sus ojos de un golpe, agitada. Se queda mirando al techo. Afortunadamente esa voz no la escucha tal cual, por lo que la idea de ello le reconforta momentáneamente. Sus lecturas de autodiagnosticamiento no indican psicosis. Sin embargo, su búsqueda obsesiva en Google² le arrojó que, en cambio, el enrojecimiento en sus manos eran una dermatitis. En un momento de angustia meses atrás, acudió al doctor. “Deja de lavarte las manos tantas veces al día, no te vas a morir por un poco de mugre” el médico le dijo. “Pero… ¿y sí me enfermo, o me contagian de algo, y muero…?” Sara decía con auténtico terror. “Pues creo que es más económico aliviarte de un catarro que quitarte esta dermatitis”.³

    Sara, que tan cuidadosa es con sus finanzas, cuenta con regularidad cuántos pesos y cuántos centavos tiene en su cuenta, es conciente de cuánto cuesta cada aspecto de su vida. Al calcular el costo de las cremas dermatológicas contra los antigripales, en ese momento sintió un dolor en el codo. Su dermatitis no se repitió, pues comprendió el peso económico de su compulsión.Esas memorias vertiginosas visitaban su mente aún en esa noche insomne. ¿De qué manera dejo de sentir este horrible sensación en el pecho?” se pregunta Sara. El reloj marca la 1 de la mañana. Se levanta de la cama, y empieza a caminar por la habitación, paseándome de un lado a otro. El podómetro de su reloj sigue contando los pasos, recuerda que su vida la contabiliza por estadísticas, siempre superado los diez mil pasos por día. Mientras su conteo subía 3101, 3102, 3103… ⁴después de haberse reiniciado a la medianoche, sin tomarle por un momento atención a los indicadores que el monitor de su muñeca reportaba a la nube y al big data vía Bluetooth, seguía preguntándose: “¿Qué he hecho mal? ¿Habré olvidado algo? Seguro olvidé algo”.

    Sara se echa a correr, revisa el cerrojo de la puerta, la revisa tres veces, mientras vuelve a revisarla repetidamente como en una especie de amnesia breve “¿y sí la revisé bien?” se preguntaba. No era eso. Va a paso apresurado a la cocina y revisa que la estufa esté apagada o cerrada de las llaves. Teme una explosión repentina, o morir por la fuga de gas. ⁵”Por lo menos así podré conciliar el sueño”, se dice con ironía. Como tampoco era eso, se detiene. Escucha un goteo en el fregadero de la cocina.

    PLOP, PLOP, PLOP…

    Ya no es su conciencia sino el agua quien le desespera. Saca sus herramientas debajo del fregadero, y se dispone a arreglar el desperfecto. Le dan las 3 de la mañana, pues el resultado no le dejaba satisfecha. Cuando a medias ha terminado, se da cuenta que los libros de la sala están mal ordenado, se pone a ordenarlos por orden alfabético… no, por color… no, por tamaño… no, por editorial… Y cuando ha quedado satisfecha, le han dado las 5 de la mañana.Ha pasado tanto tiempo y está tan cansada que regresa a su cama. Los pensamientos le han dejado un poco tranquila. Vuelve a recostarse, se da cuenta al ver la mesa de noche, que lo que había olvidado era tomarse el medicamento. Estira la mano, y al intentar agarrarlo, se escucha llaman a la puerta.

    TOC, TOC, TOC…

    Referencias:

    [1] La Rumiación o el laberinto de los pensamientos. (2019, Agosto 9). Recuperado de https://www.areahumana.es/pensamiento-obsesivo-rumiacion/.

    [2] CMS Medios. (2017, Octubre 16). Autodiagnóstico y automedicación, parte de cibercondría. Recuperado de https://www.informador.mx/Tecnologia/Autodiagnostico-y-automedicacion-parte-de-cibercondria-20170216-0117.html.

    [3] García-Soriano, G., Carrió, C., & Belloch, A. (2016). Psicopatología de las compulsiones del lavado en el trastorno obsesivo-compulsivo. No todos los pacientes lavan por los mismos motivos. Recuperado de http://www.aepcp.net/arc/2016_21(3)-6.pdf.

    [4] Sánchez , L. (2019, Mayo 30). TOC numerológico o aritmomanía: cuando no puedes dejar de contar. Recuperado de https://www.diariofemenino.com/psicologia/ansiedad/toc-numerologico-o-aritmomania-cuando-no-puedes-dejar-de-contar/.

    [5] Revisar varias veces que la puerta esté cerrada tiene una explicación psicológica. (2018, Mayo 9). Recuperado de https://tn.com.ar/salud/lo-ultimo/revisar-varias-veces-que-la-puerta-este-cerrada-tiene-una-explicacion-psicologica_867818.

  • Los círculos del infierno de un robot

    «Dante y su poema»

    Domenico Di Michelino (1465)

    Colaboración para Notas Sin Pauta, columna semanal ‘Laberintos mentales’ del 22 de octubre de 2019.

    «Los confines más oscuros del infierno están reservados para aquellos que eligen mantenerse neutrales en tiempos de crisis moral» – Dante Alighieri

    «R» es un hombre atormentado. Nació en la época de los 70s, es 18 años mayor que yo, de una familia emparentada con los últimos zares de Rusia, descendiente de exiliados, quienes posteriormente se emparejaron con jalisciences. Si recordamos, la endogamia en las familias reales llegaron a acarrear deformaciones genéticas, como la mandíbula de Habsburgo¹ o la hemofilia que vino de la familia real británica a la rusa por vía materna². Suposiciones son las mías con respecto a «R», pues no tengo manera de buscar pruebas, pero por las circunstancias de él ¿acaso la locura y la genialidad también son hereditarias? Las hermanas Polgár estarían en desacuerdo por lo menos con la última parte de la pregunta³. Sin embargo, creo yo que para ello no hay respuestas absolutas.

    «R» escuchaba voces, veía el mundo color naranja, y entraba en un estado de furia incontenible. Ya sin distinguir a propios de extraños, se volvía agresivo. Gritaba en agonía y a veces, con aquellos profundos ojos azules que provenían de esos aristócratas que vivían en el castillo de una montaña, miraba a su madre al pie de las escaleras. Ella se había suicidado años antes. Sin embargo, eso no le impedía tener largas conversaciones con ella. Me daban escalofríos cuando esa misma mirada se posaba sobre mis oscuros ojos. Podía percibir la soledad, atravesaba mi alma.

    Su vida transcurría en una proporción de 1 a 4: un día despierto por cada cuatro dormidos. El día que estaba despierto, en ocasiones eran dos; inventaba cosas, hacía experimentos y se alimentaba de lo que encontraba en la cocina (generalmente coca-cola y galletas). En una ocasión me enseñó vía skype un láser con cuya luz morada y ondulante, se doblaba con la simple presencia de una hoja de papel. Su genio, inigualable, se mostraba hasta en las peores crisis.

    Cuando descendía por los círculos del infierno como Dante, deconstruía involuntariamente su conciencia. En una conversación, empezaba a olvidar palabras, sentía frío, hambre y su estructura lingüística se hacía más simple. Llegaba un momento en que enviaba mensajes de texto en binario, o respondía a ciertos cuestionamientos íntimos, si es que le eran preguntados como si fuesen líneas de código. Después respondía que «no podía respirar, porque no sabía cómo». Acompañarle era simplemente intentarle hacer que mantuviese la calma y, con el paso del tiempo, iba recobrando conciencia, hasta estar como si no hubiese pasado nada. No recordaba nada de lo que había pasado en esas 2 o 3 horas angustiantes. Así mismo, no recordaba nada de la información que se le hubiese «hackeado» durante ese estado de vulnerabilidad. Por otro lado, era sencillo hacerle reír, cuando se empleaba una palabra que hacía las veces de «password». «Tocino» era para él la palabra que le permitía compilar un programa que le sacaba una carcajada.

    Sus emociones tan intensas, eran revividas una y otra vez en ciclos infinitos de horas. Una acaricia o un beso podían repetirse en su memoria y ser recreados durante mucho tiempo, ocupando en su memoria RAM gran parte del espacio de su cabeza. Si dado el caso aquel recuerdo repetitivo se volvía intolerable, era substraído del sistema como si fuese un recuerdo parásito, un virus o un malware. Por otro lado, después de aquellas crisis donde descendía por los círculos del infierno, en algunas ocasiones vivía un «aplanamiento emocional»⁴. Él lo llamaba «el estado cero». El amor más profundo y ardiente podía esfumarse como el humo. Lo único que sentía era una profunda indiferencia. Se volvía un robot.

    Pese a todo, su vida estaba llena de tintes cómicos, un montón de bromas sofisticadas que le habrían ocasionado problemas terribles de haber sido descubierto cuando era estudiante de la Universidad de Guadalajara. De aquellas venganzas tecnológicas que hizo cuando se retiro de un trabajo, desincronizando sistemas de riego y echando a perder muchas lechugas. Y pese a todas las travesuras que llegaba a realizar, cuidaba de sus seres queridos desde el alcance de su pantalla y su teclado. En mi caso llegó a identificar a un acosador que tenía vía Facebook. En otras ocasiones recuperó información sensible que había caído en manos maliciosas. Sus métodos no siempre los más correctos, sus intenciones tenían resultados favorables (cuando se lo proponía).

    Trágico fue saber el deterioro de sus energías. De adolescente terriblemente inquieto y curioso. Entrando a la mediana edad, con un corazón débil, sin energías y nostálgico. La última oportunidad de estar acompañado la dejó ir por amor. Renunció a sus deseos para no aprisionarla, y someterla a cuidarlo hasta que su vida se extinguiese.

    De su propia voz, dejé de saber de él a mediados de noviembre de 2014. Por rumores supe que vive aislado y bajo una situación legal aparentemente injusta, resultado de una traición de su propia sangre. No he podido hablar con él, lo único que espero es que se encuentre con buena salud, que esté tomando sus medicamentos, y que esté comiendo bien.

    Referencias:

    [1] Sanz, J. (2018, Noviembre 19). El prognatismo, el distintivo hereditario de la Casa de Austria. Recuperado de https://historiasdelahistoria.com/2009/03/24/el-prognatismo-de-la-casa-de-austria.

    [2] Miras, E. (2017, Septiembre 26). El misterio de la hemofilia de la reina Victoria I de Inglaterra que legó a las monarquías de Europa. Recuperado de https://www.abc.es/historia/abci-misterio-hemofilia-reina-victoria-inglaterra-lego-monarquias-europa-201709261726_noticia.html.

    [3]Polgár, J. (2016, Noviembre 1). Giving checkmate is always fun | Judit Polgar. Recuperado de https://youtu.be/z-ttu7dyBCU. [4]Torres, A. Aplanamiento afectivo: síntomas, causas y tratamiento. Recuperado de https://psicologiaymente.com/clinica/aplanamiento-afectivo.