
Como hombre invisible que eres, como el de muchos otros, sólo nos queda asumir que estás presente por los pulsos eléctricos que pasas por la fibra óptica. A lo lejos tu raciocinio daba señales de tener una afinidad un tanto posible, no obstante con el paso de los días, comienzo a notar que simplemente no estamos allí, por lo que simplemente tu huella digital se irá extinguiendo con el tiempo. Tus mensajes quedan enterrados entre otros más, y no puedo hallarlos porque me olvido de tu nombre. Tampoco hago un esfuerzo exhaustivo. Mi mente no hila tu existencia con algo permanente. Tu sombra cada vez más traslúcida.
Se ha hecho noche, y a lado de mí alguien de quién tampoco conozco su nombre. Le ubico de rostro. A veces le veo en la sección de fumadores. Y sin embargo, entre las averías mecánicas, y los conocidos de los conocidos, le han convencido que me echara la mano para acercarme a un lugar cerca de mi morada. Entre su tímido contorno, y palabras ladinas, asoma una fotografía con una chica a un lado. Aquellos cabellos que quedan ocultos bajo la gorra, revolotean en contra luz, y brillan cobrizos en esa iglesia. Recuerdo entonces a alguien que tenía ese efecto halo.
Pasa la noche, las luces de la carretera, y la conversación poco profunda de como llegamos a coincidir en esas circunstancias. Recuerdo un poco julio de 2019. Recuerdo 2015. Recuerdo 2017. Hoy la mente tan vagabunda me hace recordar de todo menos de aquello que tal vez debería estar viendo. Hay presencias que terminarán borrándose, tanto como la tuya. Y asimismo, de tus recuerdos me iré y volveremos a ser mutuamente inexistentes.
