Manos entintadas

Foto de Calum MacAulay, vía Unsplash

El zumbido de mis oídos y el periódico aturdimiento han ido cediendo ante los aparatosos medicamentos: dos gramos por día de un fármaco de segunda generación que tomo pero que no termino de comprender, porque aún no entiendo ese fenómeno disautónomo que me tiene sometida. Me cuentan que es un mal común, demasiado así que hay quienes mal viven con él toda su estancia en esta tierra sin ser atendidos. Condición o mal, es una de esas dicotomías que te preguntan cuando algo así sucede. Para mí es un mal, con el que no quiero vivir, con el que no ha valido la pena sufrir tanto tiempo. Con frecuencia digo que es casi un poema el hecho de que atacará mi hemisferio izquierdo. Me imposibilitó de autodominio, de tener mis sentimientos en orden, y me nubló el pensamiento. La razón me abandonaba con frecuencia, y cometía una serie de locuras que eran relativamente pequeñas porque era más el peso de la culpa social, que de mi indomable mente.

El amor era, en sí, una droga que complicaba aún más mi razón… O sinceramente, la falta de ella. Buscaba por todos los medios sentir esa cosquilla que acompaña la infatuación. Y con esa sensación de ahogo, el desahogo por medios de ríos de tinta que fluían de mis dedos como manantiales de frases sentidas, de dolores y pensamientos fugaces. No obstante, más allá del sentimiento de esa vida tan a prisa, era la del eterno sueño que poseía mis ojos, y adormecía mi mente. Cansancio crónico que a fuerza me tenía bajo un régimen involuntario de ayuno intermitente. Las variaciones de peso por el descontrol de mis impulsos y de mi energía, fines de semana que pasaba inconsciente en cama. Cada vez valía menos la pena malvivir así. Fue la pérdida de conocimiento en una habitación tan llena de gente, que busqué ayuda médica más por la vergüenza que por el sentido del deber.

Ahora que vivo en la calma, mi aburrida vida ha hecho que los pozos de tinta se hayan secado, y que me sea un tanto complicado escribir. Puede que se hayan acabado los tiempos en los que escriba perdiendo la razón como un adolescente. Puede que mis dolores se hayan terminado.

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