
Querido ausente que te encuentras en esa vorágine del enajenamiento, que no descansas. Pareciera que las horas son largas, y en tu ausencia dejas un vacío que difícilmente alguien llena. Es costumbre de mi ansiedad que llena los vacíos con imaginaciones horribles, por lo que mi mente ha divagado en crearse historias de esas terribles posibilidades. No obstante, culpa no tienes. Esta es una batalla que toda la vida libraré con todas esas ausencias que amenacen convertirse en pérdidas, y así mismo en duelos. Pensar que hay gente que llega a mi vida y se aferra con tal fuerza, que poco ha sido el tiempo de saber de tu existencia, y sin embargo empiezas a pesar en mis decisiones. Contrarresto estos malestares de una mente hiperactiva recordando la vida sin ti. Recordando que llevo casi 30 años desconociendo quién eres y perfectamente me he mantenido en mis cabales. Ni siquiera puedo afirmar si te conozco. Ha sido muy pronto todo, y sólo alcanzo a reconocer una cierta neurosis por exceso de trabajo que intentas mitigar con tabaco. Pecas de algo similar a lo mío: pensar demasiado rápido y llegar a conclusiones equivocadas.
En días anteriores había escrito algo de ti al respecto, que dejo plasmado aquí en el caso en el que definitivamente desaparecieses:
En ese inter que es el idilio entre la razón y la pasión, me encuentro disertando en mi próximo movimiento. Puedo constatar que no había conocido a alguien que se diera cuenta con tal claridad que dejarme lucubrar resulta perjudicial para quien me quiere acompañar. Se adelanta unos cuantos pasos, y me ha desarmado de tal forma que no encuentro manera de refutar lo que me dice. Supongo que ya tocaba que alguien pudiese estar en la misma sintonía que yo. Y aunque resulta engañoso que con tal fuerza la persona en cuestión exprese que tal vez yo me había rodeado de personas con «la profundidad emocional de una papa», disiento pensando que simplemente la profundidad e intereses de aquellos que en algún momento se me acercaron reside en lugares que no necesariamente eran de mi interés.
En ocasiones he caído en ese engaño que es la pasión desmedida de llamar a alguien «tan complejo como un rompecabezas de cuatro piezas», en instantes donde mi razón deja de funcionar y simplemente me abandono a la sorna que me provoca una persona que queriéndose pasar de listo, intenta tomarme el pelo, accionando ese lado travieso que no hace más que disfrutar de sacarle la vuelta y evidenciarles con una sola palabra que a nadie engañan. Infligir una herida rápida y dolorosa al ego de quien se pavonea, resulta ser en sí mismo, un juego de un narciso que disfruta de ese delirio de superioridad mal llamada «intelectual». Como quien disfruta de hacer reír a otros, hay quienes disfrutan de observar los ojos vacíos de quien se ha dado cuenta que una palabra, que fuera de ese contexto, sería carente de sentido, pero que en ese instante devela vergüenzas ajenas, evidencia lo que quiso ser pasado entre las sombras.
Ahora no ha quedado más que simplemente observar como el caparazón, aquello que dejé crecer para protegerme se va erosionando con el efecto de aquellas afirmaciones que dan golpes certeros en puntos claves. Se adelantan a mis pasos, me agarran desprevenida. No me queda más que rendirme ante la marea que me arrastra. Mis brazos y piernas pierden fuerza, y me veo a la deriva de aquella sensación burbujeante que es el rubor que sube por mi rostro, la cosquilla en mis oídos, la caricia en mi pelo por ese ente etéreo a quien veo como un par. Siento que estuviese ante un espejismo. Froto mis ojos y la imagen que se ha grabado en mis retinas no desaparece. -¿Será?- me pregunto. Siento un golpeteo en el pecho como quien toca con fuerza a la puerta. Me pregunto de nuevo: -¿Será?
Siento como si la realidad estuviese dividida, asemeja cuando despierto con demasiada rapidez sin completar mi fase REM: en la disonancia perceptual que significa sentirse entre la realidad y el sueño.
Pese a todo, tu ausencia también da espacio para comprender lo que significas para mí. Porque he de admitir que aún tu sentir, y tu proceder psíquico no me ha quedado claro. Me gustaría no adelantarme a juzgar apresuradamente quién eres, y por qué llegaste. Pudiese que tu desaparición sea también parte de esa ambivalencia que fue tu repentina llegada. Acepto que eres muy dual, por lo que deberé estar lista para que tu ida sea igual de fugaz.
