La carta nunca enviada

Querido hombre de las nieves, que detrás del código de programación te escondes ¿qué ha sido de ti? Han pasado seis años casi desde la última vez que nos vimos. No sé si tu mente ocupada registre en qué año estamos y qué ha sucedido. Básicamente, tú que ya tenías práctica estando encerrado entre paredes se ha vuelto nuestra normalidad. Estamos confinados ante la presencia de un enemigo invisible que no pudimos prever ni tú, ni yo, ni nadie. Honestamente, no puede ser abatido con las armas que posees. El mundo está semiparalizado, y pasamos nuestro aletargado tiempo trabajando desde casa.

¿Has salido por lo menos a practicar tiro con tu padre? ¿le sigues hablando? supe de tu situación, lo lamento mucho. Me hubiera gustado poder hacer más por ti, y no sabes lo mucho que me entristece. Tengo la esperanza de que la divina providencia te dé una luz que mejore tu situación.

Dejando las tristezas de lado, te cuento que he viajado a donde tanto te he platicado, dos veces; me han partido el corazón unas cuantas veces más, y he empezado a escribir relatos como los que me dejaste ver. Mi cabello es muy largo ahora, comencé a estudiar otras cosas, y a ocuparme de mis lecturas. Siento sin embargo, que he empezado a vivir de maneras muy diferentes, y estoy transformándome de fondo. Mi identidad está despertando.

Aún recuerdo tu rostro juvenil que se veía tan fresco como el mío pese a nuestras diferencias generacionales, la profundidad de tu mirada de hielo que es el vestigio de tus antepasados huyendo de los comunistas bajando por las laderas de esas montañas, del viaje que culminó en Jalisco… Jalisco tu segunda tierra en la que ahora me encuentro. ¿Puedes creer que desde la ventana de mi cocina puedo ver unos caballos galopando de vez en vez? Me acompaña un piano, una flor, libros, un escritorio y las redes. He hecho varios amigos, algunos de los cuales son prominentes artistas, escritores, abogados, periodistas, músicos, programadores, y demás. Soy muy afortunada.

Si el reloj de este mundo llega volver a acelerarse, y esta amenaza invisible se esfuma de la tierra, tal vez vuelva a ir a esas tierras del otro lado del mundo, del cual me gustaría traerte un recuerdo… un recuerdo que puede que recibas de alguien a quien ya no recuerdes.

Te manda un abrazo desde tu efímera memoria, condenada a tu olvido,

Sara

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