
He decidido irme a un pueblito, alejada de la tentación de los escaparates vistosos, los meses sin intereses y el excesivo afán por comprar. Me tomo un receso de lo enajenante y me sumerjo en lo esencial. Me desaharé del exceso (de alimentos), y me concentraré en lo elemental.
He dejado las emociones fuertes de lado, y concentro mis energías en la vorágine del conocimiento. Mi energía consumada es más un respiro que deja espacio a la reflexión y el análisis. El silencio un arma que dirige la mirada hacia los detalles minísculos, sin embargo trascendentales.
Me voy a un pueblo que cuentan tengo familia allí, nunca he ido, y dicen que la gente es más amigable. Espero entonces poder encontrarme con un rinconcito donde aprecien el café y los libros, donde pueda encontrar historias contadas de voz en voz. Sueño que tal vez tendré que aprender a usar una prensa francesa, comer arroz al vapor con furikake y atún, y de vez en cuando desbalagarme con una rebanada de pastel.
Espero esta vez encontrar en la sencillez y la calma, lo que requiero. Así mismo, el único amor que busco es el propio. Me voy con esperanzas de encontrarme en la calma, en un silencio en el que se vislumbre la caída de un alfiler.
